Un guarro en toda regla…

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‘La bestia’ estaba ahí sentada en el banquillo, a solas y los asistentes la miraban de hito en hito como a un bicho raro. Paqui llamó a su jefe de ese modo a raíz de lo que le había pasado con él en la empresa. ‘La bestia’, con los hombros hundidos, gacha la cabeza por la vergüenza, tenía los ojos puestos en el suelo. No se atrevía a echarle un vistazo a la que fue su víctima, Paqui, una mujer de veinticinco años, contratada de secretaria.

Todas las miradas de los que presenciaban el juicio se centraban en este hombre de unos sesenta años, mal afeitado, barrigón, vestido con un traje oscuro sin corbata. Parecía destrozado por lo que le ocurría.

Paqui no dejaba de llorar y el Procurador, exasperado, la instó a que contara los hechos:

-Señora, ya hace un cuarto de hora que estamos esperando su denuncia. Usted decidió declarar en público contra el señor Martín. Ya sabemos que le va a costar mucho reseñar lo que le pasó, pero, por favor, venga y no pase por alto ningún detalle, que estamos juzgando a una persona.

-Muchas gracias, señor, tengo que reponerme. Lo voy a intentar otra vez… Es que me está entrando un miedo tremendo… Primero, me seco los ojos, ¿vale?… Pues, el señor Martín, aquí presente, me contrató de secretaria, el viernes dos de febrero de ese año. Fue, para mí, una oportunidad inesperada, una salida, porque estaba desempleada y necesitaba dinero para realizar los muchos planes que tenía previstos. Este empleo me vino como agua de mayo. Al principio, veía la vida de color de rosa. Trabajaba, cobraba y lo primero que me compré fue una bici. Mi jefe hablaba bien de mí, se esforzaba por que sacara lo mejor de mí misma, me daba un montón de consejos. La verdad era que me sentía animada y valorada.

Pasaron las primeras semanas, y oí que el señor Martín decía lo siguiente : « Paqui, es mi ojo derecho. Sin ella, me muero. Es que lo hace todo». Me estresaron esas palabras, porque sentí que yo había cobrado mucha importancia en la empresa. Me dio cancha y yo obedecía sin rechistar. Hacía horas extra que él me pagaba al doble. Intentaba solucionarle todos los problemas que pudiera encontrar.

El 16 de marzo, un viernes, por la tarde, la cosa se puso fea. Noté que empezó a hablarme de  sus  gustos, de sus actividades, de sus restaurantes preferidos, de su mujer que ya no le hacía caso. Yo lo escuché y seguí trabajando en lo mismo cuando se le ocurrió tocarme primero los brazos, después las manos y luego me acarició el pelo. Me parecía que se me comía con los ojos, que algo en él se había roto, no sé, algo que se había despertado y que nunca había visto antes. Había señales de que jadeaba. Vi al jefe como una bestia que acababa de correr.

Me quedé callada por miedo. Yo opinaba, por aquel entonces, que tenía bastante correa para esas situaciones. Esos desmanes se repitieron al menos una vez a la semana. Aguanté mucho, pero siempre rechacé todas esas insinuaciones que me iban quitando vida.

Después, lo hice todo para mantener a raya al jefe. Lo conseguí. Llevábamos algún tiempo distanciados y me sorprendí cuando, el 27 de abril, me percaté de que ‘la bestia’ me aumentó el sueldo sin decírmelo. Me dije a mí misma que todos esos abusos los quería pasar por alto a golpes de talonario. Me dio además tiempo libre y me permitió que llegara tarde al despacho, a las nueve en vez de las ocho. Quiso acercarse a mí y lo entendí así.

Se lo expliqué todo a mi novio, Antonio, que vio esa actuación con malos ojos. Me dijo cosas así: ‘Me cae gordo ese tío. Lo peor está por llegar. No hay rosa sin espinas, ya verás. Quiere conseguir algo. ¡Ten cuidado, que son burdos intentos de seducción! A tu jefe le falta un tornillo’.

No me lo creí, pero la verdad era que yo no estaba en mis cabales porque al llegar a casa, me asusté al verme delante de la nevera dándome un atracón de todo, de lo que había. Me angustiaba un montón al pensar que los otros empleados se habían dado cuenta de que el jefe tenía buen rollo conmigo. Toda la plantilla se callaba como muertos mientras yo me moría de vergüenza. Todos cerraron filas con él, tal vez por temor, pero sabían lo fatal que me sentía.

Por la tarde del viernes 18 de mayo, el jefe me pidió que me quedara una hora más. Entró en mi despacho, se puso detrás de mí y me tocó los hombros como si nada hablando de unos asuntos que no había arreglado por falta de tiempo. Me sentí culpable por ese retraso y se me cayó la cara de vergüenza por no haber cumplido con lo mío… Pero, de repente, sentí que sus manos me tocaban  e incluso  me  acariciaban. Di  un  respingo  y  le dije algo como «¡no me toques, que la lío!», a lo cual me contestó «No me montes el pollo. Sin mí, no serías nada. Te lo he dado todo en esta empresa». Y me fui deprisa a casa dejándolo todo así sin arreglar.

El lunes 21 de mayo, me citó en su despacho. Me sentí angustiada y lo miraba con el rabillo del ojo. Él aludió a todo lo que yo no había podido realizar, a las llamadas sin hacer, a  los  documentos sin mandar, a los pedidos sin firmar… y le dije que me había faltado tiempo, pero él no me hizo caso. Me habló de carencia profesional, sostenía que yo no había cumplido con lo previsto, que las cuentas de la empresa se iban a pique por culpa mía. Le contesté que sí, que la culpa, la tenía yo sin duda alguna e intenté darle explicaciones. Al hablar conmigo, volvió otra vez al tema, otros conatos, otros tocamientos.

No me quedé de brazos cruzados. Me encabroné y él se paró en seguida y se calló. Abrí la puerta de mi despacho y grité a todos los empleados que «ese tío es un zumbado, un cateto, un guarro en toda regla». Me fui corriendo. Me hubiera gustado darle una hostia… Nunca regresé a la empresa, a lo mejor por vergüenza. 

La audiencia le echó una mirada a la ‘bestia’ demudada a la que se le empañaron los ojos y a Paqui que se tapaba la cara con un pañuelo ya muy mojado.

-Estos delitos, señora, tipificados y penados por la ley se asemejan a un caso de acoso continuo y deliberado con intentos de derribo, dijo el Procurador.

 

 Texte écrit par Bel Bahloul

Correo electrónico : bel.bahloul@laposte.net

 

Un guarro en toda regla…
01 El relato. ppsbotton
02 Vocabulario. ppsbotton
03 Unas preguntas. ppsbotton
04 El documento del alumno. ppsbotton
05  Leer, buscar, contestar. ppsbotton
06 Traducir unas frases. ppsbotton
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