Mundo falso.

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Mi abuelo Andrés tiene unos ochenta años. Hace unas semanas,  decidió darle la espalda a ese mundo: se compró una casita en el campo. Recogió lo suyo en unas maletas y se alejó del ajetreo de la ciudad… « Parece que se lo está pasando genial », dice mi familia. Hace dos días, me fui a visitarlo para que me explicara los motivos de esa decisión tan rara.

     Al verme llegar tan decidido, mi abuelo ya sintió que yo necesitaba explicaciones y que iba a reñirlo. Me llevó a su cuarto de estar, me ordenó que me callara un rato y me comentó lo siguiente:

« – Oye, Antonio, yo ya soy viejo. Con unas cebollas y algunas que otras aceitunas, ya tengo lo suficiente como para vivir. Me contento con eso ».

     Le costó levantarse. Se dirigió hacia la única ventana de su casita, miró el inmenso campo de trigo que rodeaba la casa y prosiguió:

casa-campo-trigo« – De nada me sirve vivir en esa sociedad. Compré esta casa para deciros que rechazo a ese mundo. La verdad es que me repatea y por eso, prefiero apartarme de él. Se me ha acabado la paciencia y me alegra el alma ver que se puede vivir de lo mejor sin esas presiones que he tenido que aguantar cada día ».

     Me quedé de piedra al oírlo: « mi abuelito tenía la cabeza bien sentada ». Esas palabras tan llenas de sabiduría me dejaron, sin embargo, algo preocupado. Le pedí que me aclarara sus ideas:

« – Cuando enciendo la tele, tengo esta impresión de que mi mundo se viene abajo. Ya no existo como persona pensante. Pasan las imágenes y me dejo llevar de manera pasiva. Los anuncios te despistan, te llevan a mundos desconocidos, te hablan de cosas que no necesitas para nada, te llenan la mente de ideas falsas. Estos anuncios están hechos para que les prestes atención y lo único que desean es servir de brújula a los espectadores bobos que somos. Las modas que salen a la pantalla cada semana nos obligan a cambiar de coches, de peinado, de vestidos, de móvil. Abrigan la esperanza de sacarnos el poco dinero que tenemos en el bolsillo.

     Todo lo que vemos es mentira. Nos están desviando la atención. No les gusta que pensemos… Les mola que sigamos a pies juntillas sus sugerencias. Las redes sociales nos dan la pauta y nos venden amistades que no valen ni un duro. Nos dicen que la felicidad está al alcance de la mano, que la vida es consumir, disfrutar, compartir. Pero, yo disto de todas esas chorradas. Me vi obligado a dejar atrás a mis mejores amigos. Sentí una pena infinita, pero éramos tan diferentes. Se hicieron gente engreída, se fingían ricos, cultos, potentes porque se obsesionaron por los viajes y se creían distintos. Este nuevo estilo de vida se les subió a la cabeza y para mí, fueron cosas que no se podían consentir. Lo hicieron todo para que los valorara y todo eso me cansó. No valía la pena estar a su vera.

     A ti te queda aún mucho camino por recorrer para entender lo que he hecho. Es que estoy harto de todo ese engaño, de ese simulacro. Ese mundo está para tirarlo. La verdad es que tengo la certeza de que todo se va a pique y ya han desaparecido los verdaderos valores. Y me duele decir lo que realmente pienso: muchos padres como los tuyos hacen la vista gorda viendo cómo sus hijos se dejan influir por lo nuevo, por las nuevas corrientes, por el qué dirán. ¡Vaya mundo! Yo lo he echado por tierra, paso de todo. Oye, chico, te he agobiado, ¿no? Te doy un consejo: anda, pero con mucho ojo ».

     Yo miré a mi abuelo y sus palabras me parecieron verdades como puños. Sentí rabia por mí mismo porque yo acababa de comprarme el último móvil que había salido a la venta hace unos días y la verdad era que me costó un ojo de la cara. No lo necesitaba, pero lo compré porque era nuevo.

     Dije para mis adentros que mi abuelo había optado por el mejor de los caminos. A mí me habían tragado los anuncios, pero a mi abuelito no.

 

Texte écrit par Bel Bahloul

Correo electrónico: bel.bahloul@laposte.net

 

 

Mundo falso.
01 El relato.
02 Vocabulario.
03 Unas preguntas.
04 El documento del alumno.
05 Leer, buscar, contestar.
06 Traducir unas frases.

 

 

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