Enterrado en la cuadra.

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Después de la victoria de 1939, el régimen del general Franco reprimió con mano dura a todos aquellos que habían luchado en el bando republicano.

guardias-civiles-francoSabían que muchos de los que estábamos en Asturias, habíamos venido huyendo por los montes y empezaron a registrar los pueblos y las casas. Mi padre tenía miedo de que, en uno de esos registros, me encontraran, y una noche, poco tiempo después de que yo llegara, cavamos una fosa en una esquina de la cuadra para esconderme allí hasta ver qué pasaba con la guerra y si las cosas se calmaban. Era una fosa estrecha y larga. Como une sepultua, para que se imagine. Ya no me acuerdo bien, porque hace muchos años ya que la tapamos, pero calculo que tendría unos dos metros de largo por ochenta centímetros de ancho y otros tantos más o menos de profundidad. Yo me metía dentro y mi padre o mi hermano me tapaban con un tablero desde arriba. Después, esparcían el abono de las vacas por encima y aquello quedaba perfectamente camuflado.

Bueno con decirle que en más de una ocasión, estuvieron los guardias encima del tablero cuando venían a registrar la casa y no sospecharon nada… Pero era muy jodido. Hay que vivirlo, ¿sabe usted ? Hay que vivirlo para saber lo que es estar diez años enterrado. Dése cuenta, además, de que yo tenía que estar siempre tumbado boca arriba o boca abajo, porque, de lado, pegaba en el tablero y no podía ponerme. Incluso, a veces, cuando me cansaba de estar en una postura, para darme la vuelta, las pasaba moradas. Pero lo peor era el calor, ¿sabe usted ? El calor y la humedad. Algunas veces, cuando entierran a alguien en el pueblo, hay quien dice : ¡vaya frío que debe de estar pasando esta noche Fulano! Y yo le digo : frío no, calor ; calor es lo que está pasando. Porque, debajo de la tierra, lo que se pasa es calor, ¿sabe usted ? Calor y humedad.

Me acuerdo que una vez, un vecino se puso a regar un huerto que hay ahí, detrás de mi casa, pegado a la cuadra, y el agua sumió y empezó a llenar la fosa hasta el punto de que pensé que me ahogaba. Tuve que empujar con todas mis fuerzas con los pies y las manos para poder salir de allí. Porque el tablero yo no podía levantarlo solo fácilmente, ¿sabe usted? Por las noches, por ejemplo, que era cuando salía para comer y estirar un poco las piernas por la cuadra, si todo estaba en calma y los guardias no andaban al acecho, tenía que esperar a que viniera alguien de mi familia para que me ayudara a levantar el tablero desde arriba…

Julio Llamazares, Sobre la nieve, 1996.

Enterrado en la cuadra.
01 El relato.
02 Las 10 preguntas.
03 Unos ejercicios.
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