Carmelo.

Carmelo, un niño sin sombra.

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carmelo2wpCarmelo nació sin sombra. El médico se dio cuenta al instante. Se lo dijo a su padre, pero su padre no lo comprendió. Todos en su familia habían tenido sombra hasta entonces, era la primera vez que sucedía algo semejante. Miró acusador a su mujer, que no supo qué decir. A quién habrá salido (1), sin sombra, se preguntaba su padre desolado.

Los mejores médicos de la ciudad estudiaron su caso, pero poco pudieron hacer. Los padres de Carmelo reunieron el dinero para llevarle a otro país, donde un doctor experto en la materia había resuelto casos similares. Ha habido experiencias, les explicó, de trasplantes(2) de sombra que se han realizado con éxito. Habrá que encontrar una que se adapte al tamaño de su hijo, a su altura, a su perfil… Pero Carmelo rechazó(3) todas las sombras. El de su hijo es un caso particularmente agudo, les dijo el doctor mientras les cobraba la factura.

carmelo3wpCarmelo creció sin sombra. Sus compañeros de escuela pronto se dieron cuenta y se reían de él. « ¿Por qué yo no tengo sombra? », le preguntaba Carmelo llorando cada noche a su mamá. Porque tu corazón es tan grande y tu alma tan sencilla, le decía ella, que se puede ver a través tuyo. Carmelo se convirtió en un joven huraño(4), huidizo. Sólo salía a la calle los días nublados (5), cuando las nubes robaban las sombras a todos y hacían de él uno más.

Un maravilloso día sin sol, en un parque cercano, Carmelo conoció a Tulipán, tan llena de adolescencia, tan dulce, hermosa como una nube. Juntos hablaron y se rieron, buscaron complicidades y hallaron acuerdos, cambiaron miradas, latidos, secretos, hicieron un pacto sin ellos saberlo. Quedaron en verse(6) otro día, en la esquina de Alameda con Hidalgo, junto a una farola y un puesto de flores, que atiende una anciana encorvada.

Carmelo aguardaba (7), sufría en silencio. Los días se sucedían soleados (8) y en la radio decían que lo seguirían siendo durante mucho tiempo. La noche anterior a la cita (9) Carmelo no pudo dormir. Rezó (10) para que amaneciera nublado, pero no fue así. Aquel fue el día más radiante y despejado de cuantos se recuerdan en la ciudad. El cielo vistió esa mañana su mejor traje azul y Carmelo acudió a la cita, sin sombra y con miedo. A punto estuvo de pintarla en el suelo, pero desistió. Las horas, a su paso, habrían hecho girar las otras sombras dejando la suya en postiza evidencia (11). Y el miedo venció al amor. Carmelo prefirió conservar intacto el recuerdo de su maravilloso y nublado encuentro, la otra tarde, en el parque. Antes de que llegara Tulipán, Carmelo, borracho de pena, se fue para siempre.

Si hubiera estado allí cuando la chica apareció en la esquina, atribulada (12) con retraso, Carmelo habría pensado que estaba aún más hermosa que la otra vez. Si hubiera estado allí, habría descubierto que Tulipán era, como él, una chica sin sombra, y que juntos, tal vez, podían haber vivido una vida maravillosa, de nublado porvenir, en algún país al norte, donde el sol, respetuoso con su amor, se lo pensara seis veces antes de salir.

Fernando León de Aranoa, El País semanal, 6 de agosto de 2000.

(1) a quién habrá salido : à qui peut-il bien ressembler.

(2) un trasplante : une greffe.

(3) rechazar, ici, rechazar un trasplante : rejeter une greffe.

(4) huraño : sauvage.

(5) un día nublado : un día sin sol, con muchas nubes.

(6) quedaron en verse : decidieron verse.

(7) aguardar : esperar.

(8) un día soleado : un día con mucho sol.

(9) la cita : le rendez-vous.

(10) rezar : prier.

(11) dejando la suya en postiza evidencia : mettant en évidence que son ombre était fausse.

(12) atribulada : atormentada, muy nerviosa.

 

Carmelo, un niño sin sombra.
01 El relato.
02 Las 10 preguntas.
03 Unos ejercicios.
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