« Tanta fidelidad, a veces ciega, por tan poca carne, por tan poco respeto. Todo tiene que acabar un día u otro, » dijo para sí Toby, un perro de unos quince años ».
Ya no podía más. Lo que le tocaba cada día había sustituido el amor de los primeros días, de las primeras semanas. Lo recordaba muy bien. El amo ya no lo miraba, le hablaba cada vez menos. Había echado por tierra todo lo vivido. Pasaba el tiempo y la distancia entre los dos se hacía cada vez mayor. Cada uno vivía por sí mismo tranquilizado por la presencia del otro. Entonces, se le ocurrió al perro acabar con tanto silencio y con esa indiferencia al otro que hacían de la pareja unos amigos sin amistad.
El perro se llenó de valor y decidió no responder a las rarísimas órdenes del amo, a ver lo que iba a pasar. Pasaron unos días. Fueron horas de nunca acabar. Ninguna palabra. Ninguna orden. Al actuar así, quiso llamarle la atención al amo, pero fracasó. Había que esperar un poco más y pensar en otro medio para reanudar el lazo que los unía.
El no comer podría emocionarlo y así el amo rompería con el silencio en el que estaban metidos, un silencio sepulcral. Toby ya no acudía a su plato. Adelgazaba a ojos vista y se movía cada vez menos. Tenía las patas como alambres. Cuando estaba a punto de estirar la pata, el amo prefirió llamar a la vecina María Carmen para que ella cuidara de él. Pasó un par de días y la anciana de unos ochenta años arremetió contra el amo explicándole que lo único que él podría hacer era atender de verdad a su mejor amigo, que su mascota lo estaba pasando fatal. La mujer, disgustada, se metió con él : » – señor, la cosa está que arde. Es que usted no tiene entrañas. Lo que está en juego es la vida de su perro. No tiene derecho a dejarlo así solo. Es que lo está matando ». Las palabras de la mujer le cayeron encima como un jarro de agua fría. Ella lo había entendido todo en un santiamén mientras que él se quedaba callado. Se encogió de hombros, se fingió muy atareado. La anciana entendió que al hombre le daba igual lo que estaba pasando.
« No ayuda nada mirar al pasado » dijo para sí el perro. Olvidar lo malo y esperar recordando lo bueno no era nada lo suyo. Entonces, alzó los ojos hacia el cielo y se complacía en mirar las nubes que se desplazaban en el cielo azul. Estos movimientos le hacían ser libre. Marcharse, viajar, moverse de un sitio a otro era ahora lo que deseaba. Lo preparó todo y se dispuso a irse para siempre.
Al salir, el perro echó una ojeada a las fotos colgadas de las paredes de la cocina. Tenía el corazón hecho polvo. Recordó aquellas caminatas por el bosque, aquellas jugadas de fútbol por el patio, aquellas carreras delante de la casa… Antes, todo iba como la seda. Se le humedecieron los ojos. Se dio cuenta de que la espiral del tiempo había borrado muchos momentos, que la rutina diaria se impuso a los dos, que nunca lo pasado se repetiría. Le hubiera gustado que su amo cambiese, pero él se había pasado de la raya.
Se fue Toby sin decir palabra, sin quejarse, sin despedirse de su amo. Al cabo de unos días, se percató el amo de la ausencia de su amigo. Se encogió de hombros y dijo para sí que el perro necesitaba unos días para ligar, que eran cosas que solían pasar…
Al poco tiempo, el amo empezó a lamentar su suerte. Pasó la noche en blanco. En un rincón de la mesa, había escrito estas palabras :
« Recuerdo lo maravilloso que vivimos. Ya sé que tengo mala leche. El daño ya está hecho. Sólo queda en mí lo amargo de mi ignorancia, de mi soledad. Deseo que seas más feliz de lo que conmigo fuiste. En tu andar, conocerás a mejor amo que yo. ¡Ay de mí! ».
Texte écrit par Bel Bahloul
Corro electrónico: bel.bahloul@laposte.net
Amo sin amor, amo sin perro. | ||
01 | El relato. | |
02 | Vocabulario. | |
03 | Unas preguntas. | |
04 | El documento del alumno. | |
05 | Leer, buscar, contestar. | |
06 | Traducir unas frases. |