De pequeño, ya lo tenía muy claro: quería ser periodista. Esa afición al periodismo me vino de mi abuelo Andrés que era el encargado de comentar por escrito el partido de fútbol del pueblo donde vivíamos. Lo acompañaba los domingos a la cancha y siempre yo venía con las mismas preguntas. « Dime, abuelo Andrés, ¿cómo se llama el portero del otro equipo? ¿Quién es el mejor jugador? ¿Cuántos años tiene? ¿Está casado?… Mi abuelo estaba hasta las narices de tantas preguntas y cuando yo veía la mala cara que él ponía, decidía callarme y me ponía a escribir un artículo sobre el partido con los pocos datos que había conseguido.
También se me viene a la memoria otro recuerdo. Mi hermano mayor solía llamar a su mejor amigo para jugar con la consola. Ambos se pasaban la tarde de los sábados jugando y yo les suplicaba que jugara con ellos, pero siempre me decían lo mismo: « Esteban, vete a jugar con los tuyos. Lárgate de aquí ». Era lo de siempre. No salía de casa, ni hablar. Me quedaba con ellos y les comentaba sus jugadas de fútbol, mientras suspiraban por ser yo muy pesado.
Ahora que soy periodista, te puedo afirmar que no lo tengo nada fácil. Primero, no tengo horario fijo. Me voy de casa a cualquier hora, a veces de madrugada y nunca sé a qué hora estaré de vuelta, siempre a todo meter. Lo duro es dejar a mi hija Ana dormida y cuando vuelvo a casa, la encuentro dormida porque es muy de noche. Tiene tres añitos y no puedo disfrutar con ella. Por eso, siempre digo que este oficio requiere una entrega total y hay que estar listo para hacer sacrificios, para renunciar a cosas que son importantes, como la vida de padre.
Decidí ser periodista porque tengo en lo más hondo de mi alma una fuerza que me anima: cambiar el mundo. Mi labor de todos los días es revelar lo que está pasando, denuncio lo malo y lo injusto, lo cual me obliga a decir lo que está escondido, lo que se está tramando en los pasillos de las Autoridades. El decir la verdad me condena a tener enemigos y se meten conmigo casi cada día. No sé cuántos son, he perdido la cuenta, pero aún así, sigo determinado a cumplir con lo mío. Nunca me achacaré ante las amenazas ni ante los peligros y eso tienen que saberlo todos esos maleantes. El miedo no tiene cabida en mi oficio y ya sé que mis prácticas están al filo de lo permitido, pero la verdad se busca, se extrae de algo.
Además diré que al periodista nunca se le acaban las preguntas. A él todo le interesa y lo duro es mantenerse alerta y no perder ripio. Desea saber, comprender los antecedentes de lo pasado y el contexto en el que se produjeron los hechos y luego prepara la noticia con pelos y señales. Cuantos más días pasan, más cosas aprendo. Me siento movido por una curiosidad ilimitada y esa curiosidad es el motor de mi afición al periodismo.
Lo duro y a la vez lo bonito de esta profesión es que al levantarme, no sé lo que me va a tocar. Cada día es otro día, un día distinto. Ya vi la muerte de cerca, incluso la toqué. Me jugué la vida para llegar a lugares que eran peligrosos, me encontré con gente fallecida, me escondí debajo de unos cadáveres para que no me mataran, crucé campos de guerra, viví en barrios destrozados por bombardeos, me quedé con gente enferma de gravedad y muy contagiosa, vi el color de mi sangre. Atravesé muchos infiernos como un fantasma siempre llevado por el mismo afán, por la misma misión: mantener enterado a mi pueblo. A veces mi vida pendía de un hilo.
Terminaré diciendo que mi oficio tiene algo que ver con lo social. Ser periodista es ante todo una labor social. Lo que transmito relaciona a la gente que comparte las mismas noticias y al comentarlas, se une, se habla. Estoy construyendo puentes entre los míos.
Texte écrit par Bel Bahloul
Correo electrónico: bel.bahloul@laposte.net
Yo soy periodista. | ||
01 | El relato. | |
02 | Vocabulario. | |
03 | Unas preguntas. | |
04 | El documento del alumno. | |
05 | Leer, buscar, contestar. | |
06 | Traducir unas frases. |