SOAR.
Escrito y dirigido por Alyce Tzue. Música : Jack Gravina. Realizado por Anson Yu.
“Las estrellas seguirán brillando”.
Érase una vez una jovencita muy aventurera que soñaba con poder volar. Con los pocos materiales que tenía, se pasaba el día construyendo aviones con la esperanza de que alzaran el vuelo hacia lo más alto del cielo. Sin embargo, por más que lo intentaba, la pobrecita no lograba que sus aviones mantuvieran el vuelo. ¡Siempre se caían!
Había trabajado muchísimo, llevaba horas pensando, calculando sobre los planos, con el lápiz en mano, pero siempre algo fallaba y ¡zas!, otro avión al suelo, hecho pedazos.
Ya estaba muy decaída, desilusionada, a punto de rendirse cuando, de repente, notó que algo le golpeaba en la cabeza. ¡Un bolsito! Pero, ¿de dónde había salido? ¿De quién podía ser? Si creía que estaba sola…
Pronto apareció el dueño del bolsito: un niño enano, del tamaño de la palma de su mano, que llegó volando en un avioncito. El pobre estaba muy asustado. Sintió miedo al ver a una humana de tamaño descomunal, así que agarró un lápiz para defenderse. Pero ella no quería atacarlo. Estaba tan sorprendida que no daba crédito de lo que veían sus ojos. Hasta le sacó una foto para asegurarse de que era real. ¡Qué personaje tan curioso!
El pequeño, apresurado, tomó su avión para despegar de nuevo, pero, ¡ay, qué mala suerte, la hélice se había roto! Mientras tanto, en lo alto, cientos de aviones en miniatura se dirigían al cielo. Todos sus amigos lo habían adelantado: ya era tarde y estaba anocheciendo.
La niña se enterneció con el pequeño piloto y puso todo su empeño en ayudarle a alcanzar a los demás: reparó la hélice, pero ésta no aguantó el peso del avión. Después, probó con otro arreglo, pero nada, el avioncito se volvió a estrellar. ¡Qué disgusto!
Pero, a pesar de todo, no se rindieron. Como último intento, la niña enganchó sus planos al avión para convertirlo en un paracaídas y… ¡hurra! Esta vez, sí que funcionó. El pequeño piloto alzó el vuelo hasta llegar al firmamento donde estaban sus amigos. Sacó una estrella del bolso y la colocó en el cielo. Ése es el trabajo de los más pequeños: conseguir que las estrellas sigan brillando cada noche en el cielo.
La niña, emocionada, observó desde la Tierra los destellos y reconoció la estrella de su amiguito que, desde arriba, le daba las gracias por su gran ayuda.