Abandonar el pueblo.

bar10

 

abpuebl1wp

¿Por qué no te vas de aquí, Joaquín? ¿Por qué no te vas? Te lo digo porque te tengo ley, de veras. Aquí no harás nada. Tero es un pueblo para los viejos, no para hombres con brazos fuertes. Yo ya soy viejo, y con un tomate, una cebolla y unas olivas tengo bastante. Tengo todo hecho y visto, pero tú tienes mujer joven y dos hijos.

Joaquín quedó en silencio como rumiando las palabras del otro hombre. Miró para las calles del pueblo, estrechas e intrincadas, para las viejas casas caleadas donde había macetas de flores escarlatas, para el rumor de las calles donde los niños alborotaban, a las mujeres que, sentadas en la alberca, se saludaban y reían mientras esperaban a llenar sus cántaras.

Es bien amargo abandonar lo que uno quiere, lo que uno conoce.

Toda la vida de Joaquín había transcurrido en Sierra Harana. Amaba a Tero y a la llanura del valle donde el pueblo se asentaba, tanto como un hombre puede amar el hueco oscuro que le dio la vida.

abpuebl2wpLas casas, los huertos, los animales. Todos los ruidos familiares, y el sol y el viento le hablaban desde dentro de su ser. Todas las gentes del pueblo eran amigas suyas. Les decía:

« Esta tierra es nuestra, nosotros la hemos hecho con nuestro trabajo. No hay que marcharse, hay trabajo para todos, porque es de todos la tierra ».

No podía, era algo superior a sus fuerzas, algo que le removía el cuerpo hasta ponerle mala sangre, el pensar en abandonar el pueblo. Llevaba más de dos meses pensando en ello desde que recibieron la carta que Lucía, la prima de Angustias, escribiera. La mujer no hacía más que machacar para que se marcharan a las minas. Y aunque él hacía oídos sordos, a veces le daba vueltas en la cabeza la idea de marchar y hoy era uno de esos días.

Hay días pensó en voz alta que uno nota la amargura hasta en la comida y en los hijos. Poco a poco se le mete a uno la tristeza en el cuerpo, crece dentro y nos come el cuerpo. Es difícil echar la tristeza fuera de uno. Es algo que llega despacio, pero una vez que te agarra no quiere irse.

El campesino viejo volvió a encender el cigarro y, luego, puso su mano, ancha y grande, sobre el hombro derecho de Joaquín.

– Vete dijo.

Armando López Salinas, La Mina.

Abandonar el pueblo.
01 El relato.
02 Las 10 preguntas.
03 Unos ejercicios.
Pour marque-pages : Permaliens.

Laisser un commentaire

Votre adresse de messagerie ne sera pas publiée. Les champs obligatoires sont indiqués avec *